Siempre me apasionó el arte. Desde bien pequeña entendí que el arte me movilizaba a hacer cosas que impactaran en los demás. Necesitaba que todo lo que me pasaba por dentro tuviera un reflejo en el exterior y esto tomaba forma de pintura, escritura, danza y más tarde en teatro. Siempre he dibujado, lo que me viniera a la cabeza, lo que veía en los libros, las felicitaciones de mi cumpleaños y el de mi hermana… Aunque no mucho más tarde fue cuando comencé a escribir, en tercero de primaria fue una maestra la que nos alentó a contar historias. Recuerdo que la cabeza me iba a mil por hora y que además ayudaba a las personas a viajar como yo lo hacía en el momento de escribir. Creaba mundos, personajes y era mi cobijo favorito. Todo tiene sentido porque cuando empecé a sumergirme en el teatro y el cine hace unos años, retomé la escritura. Esta vez en formato de guión y además descubrí lo mucho que me apasionaba Anton Chejov y la profundidad con la que describe lo «aparentemente» mundano de la vida. Poner en palabras lo que el inconsciente experimenta es un desafío que sólo unos pocos saben hacer.
Cuando empecé a actuar me di cuenta que poner en pie esas historias me resultaba fascinante. Recuerdo la primera vez que subí al escenario a hacer una improvisación, fue como un viaje astral, de repente la clase desapareció y sólo estábamos mi compañero de escena y yo en esa realidad imaginaria que se impregnaba en cada poro de mi piel. El teatro, la interpretación, me salvó la vida y apareció para devolverme la fe. De la misma forma me pasa con el cine, siempre he dicho que soy amante de las series porque me gusta lo que perdura en el tiempo y crecer con cada uno de los personajes.
El cine me ha acompañado en cada etapa de mi vida, cada serie o película aparecía en el momento vital necesario y me enseñó a descubrir aspectos de mi que ni yo sabía que tenía. Esos personajes eran «espejos» e incluso se llegaron a convertir en referentes, muchos de ellos directoras. Podríamos hablar de Greta Gerwig, Saoirse Ronan, Lena Dunham, J.A Bayona, Luca Guadagnino, Pedro Almodóvar, Emma Stone, Kate Winslet, Jennifer Lawrence, Meryl Streep y más que tengo en la recámara. Adoro el cine porque el mensaje llega a mucha más gente y porque acompaña al espectador a lo largo de su vida, en cualquier momento e incluso en el día más gris. Si hay algo que suponga contribuir, para mi es esto: atravesar desde la pantalla al espectador en forma de compañía para que se sienta menos solo y más comprendido.
Por último, y no menos importante, la danza. Siempre he bailado urbano y cuando bailé por primera vez sola en clase algo en mi interior se desbloqueó, fue la seguridad. Me sentí tan abrazada por la música y mi cuerpo que nunca he vuelto a dejar de bailar. Pero, sobre todo, el fuego que despierta en mi. Eso es lo que experimento cada vez que subo a un escenario a actuar o bailar, una sensación irradiante.